El Atlético abrió la temporada con una esperanzadora amnesia. Nadie recuerda a aquel equipo triste, deprimido y deslabazado de la temporada pasada. Este, el nuevo Atlético de Luis Aragonés, es ágil, rápido, alegre y listo. Y, además, sabe jugar, se planta a la perfección en el campo y tiene paciencia. 70 minutos de paciencia creando multitud de ocasiones para encontrar el gol en el lugar donde habita: en la bota de Fernando Torres, un chico que cada día se inventa un gol nuevo para seguir creciendo. Pero antes del gol, de que el instinto de Torres transformase una jugada de clase y caracoleos de Dani en un proyectil a la escuadra, el Atlético ya había aprobado el test del nuevo curso. El afán por recorrer millas de banda de Aguilera, el arrojo y la clase en el área de Diego Alonso y Fernando Torres, la batuta impecable de Movilla y la exquisita zurda de Stankovic ya habían fabricado una estampa de control absoluto que se tradujo en oportunidades constantes de gol.
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Al filo del descanso, en el tiempo añadido, dos remates de Alonso, uno al larguero, y un disparo de Torres que se marchó muy cerca del palo, sirvieron de aperitivo al carrusel de bondades que iban a mostrar los rojiblancos en el segundo tiempo. El Jaén, mientras tanto, se defendía con orden y repetía el esquema de equipo visitante en casa del grande: todos atrás y a ver qué pasa.
Los rojiblancos, durante el primer tiempo jugaron a un altísimo nivel físico y desbordaron con facilidad a sus pares. Una faceta en la que destacaron Armando, Stankovic y Aguilera. Pero las luces sufrían un repentino apagón -o quizá era deslumbramiento por la falta de costumbre- en el área del Jaén, donde Alonso y Torres sufrían para cazar los centros de sus compañeros.
Pero los magnificos apuntes, que se habían quedado en eso, en apuntes en el primer tiempo, se convirtieron en un soberano baño en el segundo. Un baño redondeado por un gol de cabeza de Dani a pase de Stankovic. ¿Quién si no?
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