La expresión de un Michael Jordan con los ojos mojados y rojos al finalizar el partido que disputó con los Wizards de Washington ante su ex equipo, los Bulls de Chicago, mostró en toda su plenitud el gran número de frustraciones que le tocó vivir en su vuelta a la ciudad en la que se convirtió en la súper estrella de la NBA con seis títulos de liga.
Cuando salió al United Center vestido con un uniforme distinto al de los Bulls los aficionados de Chicago no le tuvieron en cuenta su infidelidad y le recibieron puestos de pie con una ovación que duró más de tres minutos. Mientras todo era fiesta en torno a la presencia y figura de Jordan, los seguidores de los Bulls cambiaron por completo cuando se apagaron las luces del United Center para hacer el anuncio de los Bulls y comenzaron de inmediato los abucheos. Ahí, fue cuando Jordan, que vive uno de los peores momentos de su trayectoria personal, con un demanda de divorcio, se rompió por completo y comenzó a mostrar los signos de las emociones que ya no podía por más tiempo contener para que sus lágrimas hiciesen acto de presencia en sus ojos. Una pancarta entre los aficionados le daba las gracias por los seis títulos logrados con los Bulls y por haber convertido el uniforme del equipo de Chicago, con el número 23, en todo un símbolo mundial, sin importar la camiseta que ahora viste.
El partido para Jordan ya no tuvo ningún tipo de interés porque se salió por completo del mismo como lo demostraron las pobres estadísticas que registró en los 41 minutos que estuvo en la cancha del United Center, donde a la entrada está su estatua para demostrarle que sigue siendo la figura deportiva más importante en la historia de Chicago.
Sólo 16 puntos
"Lo único que puedo decir es que de alguna manera me siento culpable de jugar contra los Bulls", declaró Jordan nada más finalizar el partido. La culpabilidad fue menor porque, aunque los Wizardas ganaron por 77-69, Jordan sólo consiguió 16 puntos. "Simplemente no tuve la concentración necesaria para controlar el balón y tal vez mi mente estaba en otras cosas que no eran precisamente el baloncesto", admitió Jordan. No obstante, su mala actuación fue todavía superada por el fracaso completo de todo el ataque de los Bulls.
"La verdad es que no ha sido un buen partido", admitió Jordan. "Ambos equipos creo que jugamos inmersos en muchas emociones e intentando jugar bien sin que al final lo pudiésemos lograr". Jordan también reconoció que con su primera vuelta a Chicago como enemigo el partido había generado un gran número de significados que nada tenían que ver con el aspecto deportivo. Por eso, a los aficionados de Bulls tampoco le importaba demasiado que su equipo sufriese otra derrota más en lo que va de temporada, sino que llegaron mentalizados para comprobar que, al menos por un partido, iban a tener la oportunidad de disfrutar de la presencia de la súper estrella a la que durante 13 temporadas idolatraron.
Cada una de sus acciones, aunque no tuviesen ya la vistosidad ni espectacularidad de cuando vestía la camiseta de los Bulls, era celebrada por los espectadores, como sucedió con su primera canasta que anotó a los siete minutos del partido. Con el paso del tiempo, el encuentro comenzó a perder todo tipo de interés y los aficionados de los Bulls comenzaron a pensar en el gran acontecimiento que ahora centra toda la atención de la ciudad en el apartado deportivo: la trayectoria de los Bears, el equipo triunfador en la NFL (Liga de fútbol americano).
Sustituido
Pero Jordan había conseguido lo que siempre hacía cuando jugaba con los Bulls, que el United Center se llenase de aficionados dos horas antes que comenzase el partido, hubiese cientos de periodistas y cámaras para seguir sus acciones y fuese de nuevo la gran atracción, aunque esta vez ya no terminase con la imagen de súper estrella.
Su infidelidad y los triunfos de los Bears lo han convertido en un amor respetado, pero que ya no es necesario para Chicago, que siempre suspiró por volver a vivir los viejos tiempos de gloria de su equipo de fútbol americano. Los Bears han sido siempre mucho más una parte de la historia de la ciudad que los Bulls y, aunque les dieron seis títulos de liga, los ciudadanos de Chicago siempre soñaron con verlos regresar a la gloria de ganar una Super Bowl, algo que no consiguen desde 1984 y de lo que que están muy cerca este año.
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