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Túnez aprende, Bélgica olvida

Los africanos malgastan su buen fútbol con un empate poco valioso

Hubo un tiempo, en la década de los 80, que Bélgica llamaba la atención. No deslumbraba, pero tenía al larguirucho Ceulemans y al portero Preudhome, entre otros, que compensaban el precio de la entrada. Así fue, por ejemplo, semifinalista en el Mundial de México de 1986. Era un equipo triste, pero con oficio y con algunas gotas de calidad que lo hacían tan incómodo como ilustrado. Todo lo ha olvidado y sólo permanece la constante tentación al fútbol gris, ese que gusta a los entrenadores más torvos y lamentan los espectadores más sensatos.

Bélgica, con diez mundiales a sus espaldas, lleva una década sin dar noticias de vida. Sea quien sea el entrenador, la selección es clónica: equipo lento, previsible y conservador. Es decir, lo que ha sido en un partido crucial ante Túnez. La selección africana fue el caso contrario.

Cuando Bélgica era alguien importante, Túnez empezaba a jugar al fútbol y a medida que el uno olvidaba, el otro aprendía. Y lo ha demostrado hoy. De Bélgica apenas quedó constancia de la previsible calidad del delantero suplente Sonck. Túnez aportó más nombres propios: el lateral Trabelsi, el medio centro Ben Achour, el delantero Jaziri, la pareja de centrales, en definitiva un equipo. Por eso dominó el partido y las ocasiones, mediante orden y atrevimiento.

A Túnez le faltó pegada y suerte para ganar, incluso experiencia, pero dejó enmarcado el gol de Bouzaine, al transformar un libre directo. El gol belga, de Wilmots, también tuvo grandeza, pero el resto se le olvidó. Túnez, casi eliminada, demostró que aprende rápido.

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