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FÚTBOL | Barcelona 0 - R. Madrid 0

El Barça se electrocuta en el Camp Nou

El partido tuvo que ser interrupido durante 16 minutos por lanzamiento de objetos contra Figo

El Barça no pudo y el Madrid no quiso. Uno se quedó seco y el otro se fue con el pobre botín para el que dio su apocada propuesta en el Camp Nou, donde ratificó los complejos que delatan las dos décadas que lleva ya sin ganar en el estadio azulgrana.

El clásico se fue desinflando a medida que se acercaba al Camp Nou. El Madrid incluso parecía un equipo más noticiable dentro que fuera de la cancha. A la lumbalgia de Zidane, se añadió ayer un resfriado de Ronaldo, enfermedades que en otro tiempo ni se contaban al entrenador para no salir malparado de la caseta y que a día de hoy son excusa común en las estrellas del pop. Ronaldo dejó a Figo de nuevo destapado, a merced de una hinchada que ahora le odia tanto como en su día le amó.

Rebajada como quedó la alineación del Madrid, que no el equipo, Van Gaal corría el riesgo de quedarse con su blindando cazando moscas. No tenía a quien ponerle la armadura o, cuanto menos, le sobraban carceleros. El técnico, sin embargo, mantuvo uno por uno los planos concebidos cuando se planteó desactivar a un contrario al completo sin reparar que había perdido en el camino al mejor futbolista de cada línea: Hierro, Zidane y Ronaldo. Quería el Barça repetir el partido de A Coruña. A saber: inutilización del rival, control de juego y arreón final.

No quería condenarse el Barcelona en ninguna desatención defensiva, sabedor que hasta el momento no ha remontado un partido, y se presentó en su propia casa con hasta ocho jugadores por detrás de la pelota, Riquelme de enganche y Kluivert de única punta. Y Kluivert no es Ronaldo para jugar en un paisaje como el pintado por el Barça. El equipo se inutilizó, incapaz en la elaboración y fallón en la defensa de las bandas, mal orientado en todos los sectores del campo. El Madrid agradeció la propuesta azulgrana y, menos exigido desde que se supo su once inicial, jugo cómodo, con un punto de determinación incluso, tranquilo, despreocupado por Ronaldo.

Cambiasso y Makelele se mezclaron para que Xavi y Riquelme no recibieran la pelota, obligando al Barcelona a jugar a partir de Bonano y Reiziger, y Figo asumió el protagonismo que le concedieron las ausencias. El portugués protagonizó un primer cuarto de hora muy laborioso. Viró a menudo ante Cocu y Motta, que defendieron como falsos laterales zurdos, puso un centro de gol, botó los córners y hasta le metió la bota al tobillo de Cocu en una acción que le hizo cargar con una amarilla.

Muy juntas sus líneas, al Madrid le alcanzó con una buena presión para ligar al Barcelona, que únicamente amenazaba con las jugadas de estrategia. Poca cosa para un partido de tanto impacto. Nada nuevo, por otra parte, en un encuentro entre grandes, que desde hace un tiempo prefieren neutralizarse a desafiarse. Los centrocampistas se comieron muy pronto a los delanteros y el duelo se trabó, reducido a un asunto de desgaste físico, de tensión, a una cuestión propia de equipos segundones.

El Barcelona desperdició mucho partido y desaprovechó también a demasiados jugadores, la mayoría de ellos en el banquillo, sobre todo Overmars y Saviola, que no entraron hasta muy al final. Todo cambió tras la reanudación. Eran los mismos hombres, pero el Madrid estaba fundido y confundido. El Barça lo tuvo contra las cuerdas. Y de hecho batió a Casillas. Lo hizo Kluivert, con un remate sencillo, a puerta vacía, tras un pase de Gabri en una larga jugada dentro del área. Pero el árbitro había anulado la acción por un inexistente fuera de juego. El Barça no acertaba a dar la estocada. Mendieta en un cabezazo y Cocu en un remate a bote pronto tras un servicio de Riquelme, perdonaron. El partido se calentó. Motta hizo añicos el tobillo derecho de Makele. Puyol centrifugó de tal manera a Solari que Del Bosque no tuvo otro remedio que relevarlo, por Bravo, un defensa, en otra escenificación del miedo que atenazaba al equipo madridista. Figo,otra vez el de siempre, le dio oxígeno a su equipo. El público la tomó con él, de mala manera. Tuvo que ser interrumpido el juego. Se reanudó el juego. Nada cambió. El Madrid se encogía y el Barça se hinchaba. El Madrid concluyó colgado del travesaño, defendiendo el cero a cero. Lo logró finalmente gracias a un paradón de Casillas en un envío postrero de De Boer. Fue el final.

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