El año taurino se presenta esperanzador para los toreros, que en este mismo mes van a celebrar reuniones para alcanzar sus reivindicaciones laborales. Y quizá a continuación planteen los profesionales, con el estudio y establecimiento de un estatuto que regule sus derechos y obligaciones en todas las categorías.Paralelamente -y quizá en este mismo mes - habrá nuevo reglamento taurino, todo lo avanzado o todo lo regresivo que quiera el propio ministerio de la Gobernación, donde se redacta el texto y de donde emanará la aprobación definitiva, presumiblemente por orden ministerial.
La temporada 1976 resultó mediocre, y en cuanto a niveles de realidad, muy inferior a la de 1975. Esperemos que si queda en el recuerdo, sólo sea para que el taurinismo, en sus distintos frentes, no vuelva a incurrir en los mismos errores que durante el año se cometieron. Al cabo, poco de ella merece mención respecto a toreo y lidia: lo más importante, unos novilleros que rompieron las barreras del anonimato en la plaza de las Ventas, y ellos constituyen una de las mejores esperanzas, luego, tal cual faenas de Camino, El Viti, Manzanares o Teruel, el juego de varias reses -no muchas-, y alguna feria de interés por la presentación y buena casta del ganado.
La temporada concluyó, sin embargo, con registros rocambolescos; las misteriosas muertes de dos toros en la ganadería de Victorino Martín. Y esta es la fecha -casi tres meses después-, en que aún no se sabe nada. Lo cual no quiere decir que nadie haya olvidado este suceso, y menos aún tantos que se han visto inculpados más o menos indirectamente, y casi con toda probabilidad sin la menor culpa. Se sigue hablando del caso, entre el taurinismo, desde luego, y cada vez con mayor extrañeza de que los investigadores no hayan llegado a resultado alguno, o lo que aún sería peor: que sabiendo quienes son los responsables, no lo hagan público.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 2 de enero de 1977