Las alegres cocós de un conjunto de danza parisiense han puesto punto final polémico al congreso democristiano de Kiel, cuyo objetivo primordial, de corte electoralista, ha sido ofrecer las líneas maestras de los conservadores alemanes con vistas a una Europa «social» -no socialista- sin lucha de clases y cristiana, en el sentido tradicional de la palabra.
Las invitadas francesas ofrecieron, senos al aire, desde la propia tribuna de los discursos y de los homenajes, un espectáculo de danza y ritmo que escandalizó a los sorprendidos compromisarios, muchos de los cuales optaron por abandonar la sala tras lanzar una mirada de soslayo a la adusta efigie del busto del viejo Konrad Adenauer.
Las sorprendentes «órdenes de arriba»
Los delegados menos contemporizadores piden la cabeza de Peter Radunski, el responsable del número de las chicas del Lido parisiense. Un delegado del estado de Hessen exclamó, pálido de asombro: «¡Diablos, esto no puede ser verdad! » El tesorero del partido, Walther Leisler Kiep, ponía cara de lástima y encogía los hombros: órdenes de arriba. Las emplumadas danzarinas contrataron su intervención en 300.000 marcos, un precio algo elevado, si se cuenta con la gran publicidad que va a significar para ellas el haber dado esta «sorpresa» a los representantes del partido «negro» alemán. Lo de «sorpresa» lo dijo el propio secretarlo general de la Unión Cristiano Demócrata, Geissler.Sin relación con el espectáculo de las «mistinguetes», el presidente democristiano Helmut Kohl pidió en su última intervención, con la que se clausuraba el congreso, que el partido «debía mostrar a los ciudadanos qué es lo que realmente queremos». Kohl no ha logrado superar las tensiones internas en su formación política, ni siquiera crear un núcleo unido para dar la batalla final en las elecciones generales del próximo año».
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de marzo de 1979