«Se tiene tendencia a minimizar el acontecimiento considerable que constituye la firma de un tratado de paz entre Egipto e Israel, con el pretexto de que, al no solucionarlo todo, no soluciona nada. ( ... )Conviene señalar que dos veces, con la apariencia de hundirse, la negociación se reinició, en el verano de 1978 y en el invierno de 1979, porque dos veces el acontecímiento, paradójicamente, ha servido a la distensión. La repetición de los avances soviéticos que permitieron, con la ayuda de los recursos que ofrecen los aliados cubanos o alemanes del este de la comunidad de Estados socialistas, el establecimiento de puntos de apoyo políticos y militares estables, escalonándose desde las fronteras del Asia soviética hasta las riberas del Atléntico africano, ha terminado por hacer claro y evidente, en el verano de 1978, que se estaba fraguando un proytecto estratégico que, aun siendo periférico y dibujando un círculo alrededor del conflicto árabe-israelí, afecta a éste.
El acontecimiento de Irán confirmó el carácter del dispositivo regional. (...)
Obligó a los americanos a preparar un proyecto que tenía el mérito de no sufrir ninguna concurrencia: no había otra réplica posible a la desestabilización iraní que la estabilización en torno al canal de Suez.
26 marzo
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de marzo de 1979