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CARTAS AL DIRECTOR

El ruido de UCD

Vaya por delante que ni soy votante de UCD, ni quiero engañar a nadie con falsas pretensiones de imparcialidad.Pues, bien, vivo en un barrio madrileño y el pasado sábado 24 tuve la desdicha de padecer un pequeño fragmento de campaña electoral a cargo del partido del Gobierno: se trataba de la consabida furgoneta coronada por dos potentes altavoces que esparcían chotis ucedistas y consignas sin pausa durante más de media hora.

No sé si otros partidos estarán usando ahora sistemas semejantes, pero, en todo caso, mis oídos no los han tenido que aguantar. Ya desde un quinto piso, y con la furgoneta en la acera, de enfrente, el volumen era francamente molesto. No lo duden, señores lectores; no era alguien dirigiéndose a un grupo de personas con la ayuda de un razonable aumento de volumen -como he tenido ocasión de observar en Estocolmo y algún otro lugar-, era UCD traspasando nuestras viviendas, igual que lo haría una moto sin silenciador, watio más, watio menos.

Me pregunto que credibilidad de construir «una ciudad mejor» puede tener un partido que comienza por contribuir a su degradación sonora. Ya sé que no es lo mismouna campaña electoral que la vida cotidiana que después vendrá, pero el detalle me parece significativo. Me pregunto también si el partido del Gobierno no podría Iiinitarse a otros sistemas propagandísticos, como poner puestos silenciosos en las esquinas, repartir panfletos a la gente en la calle, montar debates públicos, etcétera. Claro, que estas cosas requieren muchos militantes.

Y me pregunto, finalmente -porque no tengo medidor de decibelios en casa para salir de dudas-, si el volumen sonoro empleado por la dichosa furgoneta estaba dentro de los límites admitidos por la reglamentación municipal actualmente en vigor. Supongo que nunca lo sabré.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de marzo de 1979