El Atlético Madrileño, falto de técnica, con varias bajas importantes y sin realizar nunca un fútbol de mediana calidad, fulminó a un Rayo apagado, triste, lento y sin poder ofensivo. El tempranero gol del debutante Cuevas no quebró el complejo de superioridad con el que saltaron al campo los rayistas, y cuando éstos quisieron reaccionar fueron incapaces de superar la pegajosidad de los marcajes rojiblancos.Pocas ocasiones tan claras a priori tendrá el Rayo para sumar dos positivos de forma nítida, porque los jóvenes jugadores del Madrileño andan aún bastante huérfanos de técnica, aunque saben suplir esta deficiencia con una voluntad tremenda, que les salvó el domingo de aumentar a cinco sus negativos. Pero el técnico rayista, Eduardo González, deberá hacer comprender a los suyos que para ganar a cualquier rival, por bajo que sea su nivel, es preciso jugar con ambición, garra y sentido del desmarque, cualidades de las que estuvieron muy lejos los rayistas.
Las ausencias de Prado, Nadal y Marina en los rojiblancos obligaron al debú del extremo Cuevas, del equipo de aficionados, que evidenció sentido de la colocación para el remate, aunque su primer gol llegara casi con timidez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de octubre de 1981