Leo con gran interés las Cartas al director, en las cuales discuten sobre la polémica de cómo nombrar (en castellano) este inmenso país que no sabemos nombrar. Pues bien, en castellano es muy fácil. Tiene un nombre, Estados Unidos. Y ustedes (los hispanohablantes) pueden elegir entre dos adjetivos: norteamericano o estadounidense. Si mucha gente quiere usar América como un nombre para EE UU o americano como adjetivo del mismo, no es un asunto de infiltración CIA, sino un acontecimiento lingüístico que no se puede parar solamente con el invento de otros términos, como Usamérica o usamericano.
Ahora me dirijo a la carta del señor Alfonso García Barbancho, del día 1 de diciembre, en la cual afirma que "lo importante está en que el país más poderoso del mundo deje de una vez de no tener nombre propio y de apropiarse del nombre de todo un continente". Si el señor García Barbancho supiera algo de inglés, entendería que no llamamos a los estadounidenses americans por ser imperialistas arrogantes. Es que en inglés no existe ningún adjetivo equivalente a estadounidense. No sé realmente por qué la gente de habla inglesa no ha creado otro término para referirse a los estadounidenses o a los productos estadounidenses. Puede ser simplemente que no nos haga falta, porque si se dice a cualquier persona de habla inglesa que una persona es american, se entiende perfectamente que se está refiriendo a un estadounidense, y no a una persona de Canadá, Colombia o México, por ejemplo.
Para apoyar el argumento que me ha llevado a escribir esta carta, a continuación les expongo lo que en la lengua inglesa se entiende por North American. Para un anglohablante, un North American es tanto un canadiense como un mexicano o un estadounidense. O sea, esta confusión existe en las dos lenguas. No es culpa nuestra que los hispanohablantes confundan sus términos ni que en inglés llamemos a EE UU "América"; es culpa del desarrollo natural de idiomas, que, por mucho que lo intentemos, no los podemos ni debemos identificar con la arrogancia del anglohablante ni con la ignorancia del hispanohablante.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de diciembre de 1984