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Tribuna:

Purgatorio

Nunca ha existido en la historia de la humanidad un negocio más rentable que el purgatorio, y sin duda el fraile medieval que lo inventó era un genio de las finanzas. Crear entre los conceptos inmutables del cielo y del infierno una escala móvil sin invertir un maravedí y establecer el impuesto de peaje mediante indulgencias y dádivas al tránsito de almas benditas por las tinieblas inferiores parece fácil, pero en aquel tiempo fue una sutilísima elaboración escolástica. Con la promesa del mazapán en el paraíso se alentaba la bondad y el sueño de los pobres. Con el panorama del fuego eterno se detenía la mente y el brazo de los rebeldes. El cielo y el infierno eran instituciones férreas y duras que no daban un duro. Sólo con el purgatorio comenzó a producir el reino de Dios dinero en metálico a espuertas extraído de la ansiedad al pie de este puente levadizo.Ahora el cielo es la ecología y el infierno ha sido sustituido por la infierno ha sido sustituido por la guerra nuclear. Ambas, como antaño, se alimentan de la fe y con ellas los nuevos biólogos de la estrategia nos chulean. Un día seremos felices a la sombra de las vacas, las lechugas tendrán también sus derechos reconocidos en la Constitución y las golondrinas se posarán en la cúspide de los puñales. O tal vez nuestro cuerpo arderá sentado en el sillón de orejas bajo la lluvia radiactiva mientras uno esté haciendo el crucigrama. ¿Qué rentabilidad se puede sacar de aquella gloria herbolaria o de esta muerte absoluta? Ninguna. Por eso los nuevos biólogos han urdido otro purgatorio cuya sede está en Bruselas. La OTAN -no es sino una situación fluyente y medida entre la paz y la hecatombe, un con trabando de armas legializado, una floreciente empresa que se nutre de la fe en la guerra mundial. Pero la tercera guerra mundial, como sucedía con el infierno, no existe. Ha habido que levantar un puente para unir la bomba atómica con la verde esperanza en las berenjenas, y al cruzarlo se paga. ¿Qué debemos hacer? Crear una sociedad de amigos de la tercera guerra mundial. Incitar a que arrojen de una vez sobre nuestras cabezas esos cacharros nucleares si son hombres. No dar un duro a esos frailes de la geopolítica y volver al ateísmo. La guerra de las galaxias la han montado unos chorizos de las esferas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de octubre de 1985