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Crítica:TEATRO

Dentro de los limites

El manifiesto es una pequeña comedia de un estilo tradicional londinense; un intimismo medido, una revelación gradual que los personajes -en este caso, dos- hacen de sí mismos, una polémica que nunca llega demasiado lejos y una situación aguda (pero tratada siempre con el algodón del buen gusto) que provoca la confesión. Más algún material de la actualidad. Priestley o Coward fueron los maestros; el primero llegó bastante más allá, el segundo un poco más acá de la trascendencia. Brian Clark se queda en la artesanía, en el comercio del sentimentalismo. Dentro, muy dentro de los límites. O, por lo menos así aparece en la versión de Artime.Entre el desayuno y el, almuerzo, el general Milne y su esposa, lady Milnes -interior acomodado, estable-, leen sus periódicos; conservador el del general, más bien progresista el de ella. Discuten acerca de un manifiesto que ella ha firmado: antinuclear. La buena educación, los buenos modales, apenas se sobrepasan. Pero esa mañana es la que ha elegido ella para hacer su revelación: un cáncer -la palabra no se pronuncia, claro- la va a matar en tres meses. En torno a este acontecimiento, tratado con contención -siempre dentro de los modales- se hacen las suaves revelaciones de la vida anterior: alguna infidelidad, algunas decepciones, sin duda un amor estable y largo a pesar de todo. Pero la polémica sobre el manifiesto no se detiene: la guerra y la paz, la manera de contener al enemigo, el conservadurismo y el laborismo... Ni se detiene la vida diaria. Las costumbres permanecen, los hábitos tienen valor de filosofía de la vida. Él sale, como siempre, hacia su club y su partida de bridge; ella se queda, también como siempre, para tomar el té con un viejo amigo.Quizá sea el canto a una forma peculiarmente británica de vida. El editorialismo de la lucha del rearme contra el pacifismo no pasa nunca de la superficie; ni ninguna otra cosa. Puede que sea ésa su lección: la impasibilidad, la discreción, o lo que en inglés se llarna understatement. Y una forma peculiar del humor. Una manera de vida. Al público español -o a un sector de público- le llegará seguramente el sentimentalismo, el episodio matrimonial y la interpretación. Como el autor tiende al pacifismo, el personaje que interpreta Julia Guitérrez Caba es el favorito, y tan buena actriz como es para la comedia doméstica, la domina, la sujeta; da, evidentemente, esa sensación de dama británica en su última melancolía y en su última gran demostración de educación noble. A José Luis López Vázquez le pasa lo contrario: el autor cree que su conservadurismo, su vieja escuela, su tensión interna, son elementos grotescos, aunque, estén matizados por un fondo humano. López Vázquez tiende más a la línea ibérica, al nervioso sobreactuado, y a hacer muy patentes los rasgos del personaje. Puede decirse que en este dúo hay una escuela frente a otra, una manera de hacer de cada intérprete, y que probablemente el director, Ángel García Moreno, ha querido acentuar esa especie de combate de oficios como un aliciente más: fue el que mejor recibió al público del estreno. Ante los aplausos, salieron a saludar al público asistente el autor inglés -Brian Clark-, el adaptador castellano -Nacho Artime-, el escenógrafo y el director; las mejores ovaciones parecieron ser para los actores.

El manifIesto

De Brian Clark, versión de Nacho Artime. Intérpretes: Julia Gutiérrez Caba y José Luis López Vázquez. Escenografía de Amadeo Sans. Dirección: Angel García Moreno. Teatro Marquina, 18 de marzo.

La guerra y la paz

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de marzo de 1987

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