El discurso de cada habitante de las poblaciones ante el Papa fue cuidadosamente confeccionado. Durante meses, las comunidades cristianas de base debatieron qué querían decirle a Juan Pablo II hasta llegar a un acuerdo sobre el contenido, y la Iglesia mantuvo en reserva los nombres de quienes hablarían para protegerlos de presiones y represión previa. Mario, del sector de Peña Lolen, comenzó su discurso diciendo: "A pesar de la censura de que hemos sido objeto, le agradecemos poder hablar por primera vez en estos 13 años".Desde la madrugada, sin el habitual toque de queda, miles de personas caminaron decenas de kilómetros para llegar al acto. A ocho manzanas del escenario, cada persona era cacheada, en filas aparte de hombres y mujeres, y se les arrebataban las pancartas. Pero el ingenio popular pudo más. Los habitantes de las poblaciones ocultaron bajo sus ropas los carteles que después ondeaban entre la multitud: "Asesinato y tortura, esto es dictadura"; "abajo los tribunales, sálvanos de la justicia por favor"; "el tiranicidio es justo, moral y patriótico. Libertad para los fusileros". Dos monigotes de paja representaban a Pinochet y su esposa, Lucía Hiriart.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 3 de abril de 1987