El Gobierno panameño ha amenazado a los bancos con aplicar "todas las medidas legales" a su disposición si esta semana no abren las puertas y reinician, aun con restricciones, sus actividades. El botón de muestra de las intenciones de las autoridades al comenzar esta dramática Semana Santa ha sido la incautación de las existencia de harina en las empresas privadas del ramo, que se habían sumado a la huelga sostenida durante toda la semana pasada por convocatoria de las organizaciones empresariales y la Cruzada Civilista.Ni siquiera la intervención en la tarde del sábado del arzobispo de Panamá, Marcos MacGrarth, ante el general Manuel Antonio Noriega, jefe de las Fuerzas de Defensa y máximo símbolo de la crisis, pudo evitar que los militares llevasen a efecto la ocupación de las instalaciones de las empresas harineras, cuya producción será ahora puesta a disposición de los panaderos con el fin de paliar el hambre creciente en las zonas pobres del país.
Medidas similares pueden ser aplicadas esta semana contra los supermercados y comercios de alimentación si sus propietarios insisten en mantener el paro indefinido convocado hasta la caída de Noriega.
Productos indispensables
El Ministerio de Comercio ha advertido que se pueden ocupar ese tipo de establecimientos en aplicación de una ley que impide suspender sus operaciones a las empresas de productos considerados indispensables para la alimentación de la población.El conflicto principal es, sin embargo, con los bancos, a los que el Gobierno ha amenazado con aplicar medidas de intervención si esta semana no reinician sus actividades y si no entregan al Estado panameño la cantidad que le deben en concepto de transacciones.
Durante toda la semana pasada se llevaron a cabo varias reuniones entre los gerentes de los bancos y el Gobierno con el fin de concertar las medidas restrictivas que permitiesen la apertura limitada de los bancos. Esto fracasó, según un comunicado del Gobierno, por culpa de algunos bancos que mantienen una actitud política frente al régimen panameño.
Una nueva semana de incertidumbre empieza en Panamá sin perspectivas de solución inmediata. Noriega, un hombre frío y calculador preparado para soportar la presión, ha jugado ya su carta -la oferta de diálogo- y ahora espera. La oposición, que cuenta los días que le quedan para llegar al poder, también espera. Las dos partes en conflicto creen que el tiempo juega a su favor.
Los seguidores de la oposición alzaron ayer sus ramos de palma en la Iglesia de Cristo Rey, donde cada domingo se reúne lo más militante de las clases medias y la vanguardia del empresariado antinorieguista. Allí estaba Aurelio Barría, el presidente de la Cámara de Comercio y de la Cruzada Civilista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de marzo de 1988