Maniquí, soltera, americana, aparenta 18 años, rubia y de ojos azules, sexuada, 29 centímetros. Aproximadamente, nueve de cada 10 niñas francesas tienen una muñeca Barbie, el juguete de plástico que arrasa.Las reglas que rigen el sistema de venta de esta hiperbólica muñeca, con 450 millones de copias repartidos por todo el mundo desde su aparición y con tres millones de ejemplares vendidos en Francia en 1988, son inmutables.
Es una muñeca sexuada. Esta característica ha extrañado a más de una persona. A las mamás no les gusta porque les parece que Barbie representa prematuramente un sex-symbol. Mientras tanto, las niñas, que identifican a Barbie con una mamá de ensueño, se chiflan por ella según la tradición más estricta de los conflictos generacionales sublimados.
Barbie se viste, se peina, se maquilla a la moda, lleva zapatos de tacón y los grandes modistas sienten una cierta debilidad por esta criatura de largos cabellos rubios. Para su 30º aniversario, muchos de los grandes nombres de la moda han creado vestidos, sombreros y accesorios.
Como toda estrella que se respete, Barbie debe exhalar un perfume de escándalo, aunque también de triunfo empresarial modélico, a la americana.
Su cifra de negocios no hace sino aumentar, hasta llegar a venderse una de estas muñecas cada 10 segundos en algún lugar del planeta.
28 de enero
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 29 de enero de 1989