El compositor y director brasileño Claudio Santoro (Manaus, 1919) ha muerto el pasado lunes víctima de un ataque cardiaco sufrido cuando ensayaba con la Orquesta Nacional de Brasilia el Segundo concierto de Saint-Saëns, programado para el martes dentro de los actos conmemorativos de la Revolución Francesa.Era Claudio Santoro, después de Villalobos, uno de los autores más difundidos dentro y fuera de su país, en unión de Gnatali, Mignone y Camargo Guarnieri, y, como tantos otros de su generación, debió gran parte de su formación al profesor Koellreuter. Tendía a cultivar las grandes formas -sonata, cuarteto, sinfonía, concierto-, que construía con excelente técnica y ponía al servicio de una sustancia en la que solían estar presentes las tradiciones brasileñas cultas y populares. Dedicó especial atención al plano y a las formas vocales, para las que él mismo escribía con frecuencia los versos, en tanto otras llevaba a los pentagramas textos de Jorge Amado, Vinicius de Moráes, Oríeida Alvarenga, y en algún caso, del francés Louis Aragon.
Quizá su parcela más conocida entre nosotros, gracias a las visitas del Cuarteto de la Universidad de Río, sea la de cámara, en tanto la sinfónica, de verdadera importancia, apareció rara vez en los programas de nuestras orquestas, aunque pudiéramos escuchar la Octava sinfonía, dirigida por Carlos Chávez, durante el Festival de América y España de 1967.
Hombre de su tiempo, se expresó condicionado por él, aunque no se sumara a movimientos de vanguardia, como sucede a casi todos los representantes de la generación de 1916, a la que pertenecía. Como otros conripositores cultivaba con buen éxito la dirección de orquesta, y como director ha muerto. Sin embargo, nació para la composición., y su figura queda en la historia de la música contemporánea unida al largo catálogo de sus obras, originales, comunicativas y bien escritas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de marzo de 1989