Cuando Reguemos a este fin de año, América del Sur tendrá en su totalidad presidentes electos democráticamente. Podrá parecer poca cosa en los tiempos que corren, pero cuando acabamos de recordar el cincuentenario -apenas el cincuentenario- de la guerra que el nazismo le declaró al mundo desde la patria de Goethe y Beethoven, nos quedará claro que es un hito. Un trabajoso hito levantado en este 1985) por el esfuerzo de generaciones que acariciaron el ideal democrático y de un conjunto de líderes que hoy han logrado encaminar este esfuerzo en medio de la guerra del narcotráfico, la. pesadilla de la deuda externa, los viejos fantasmas de la inestabilidad latinoamericana y la general y sorprendida indiferencia con que el mundo desarrollado suele mirar a esta región, que produce los mejores novelistas del mundo, pero no logra nunca equilibrar un presupuesto.Brasil termina su transición institucional y a fin de año elegirá presidente. La inflación es muy elevada, pero las exportaciones son extraordinariamente dinámicas y no hay sombras sobre la marcha de una elección cuya campaña transcurre con normalidad. Bolivia ha superado ya esas alternativas. El Gobierno de Siles Suazo tuvo que conducir una transición turbulenta, en medio de sindicatos desacatados y el desequilibrio económico. Acortó su mandato, organizó las elecciones y entregó el poder a Paz Estenssoro. Al viejo estadista que había enterrado la Bolivia feudal, nacionalizado a los barones del estaño, le tocó ahora abrir las puertas de la modernidad, realizando un ajuste económico ortodoxo. Entregó el mando respetado por todos en una tranquila ceremonia, tan tranquila como no debe de haber habido otra en la historia boliviana. Paraguay ha sido la grata sorpresa. Cuando resignada
mente se esperaba la apertura para después de Stroessner, una adelantada disputa por una sucesión condujo al pronunciamiento del general Andrés Rodríguez. Legitimado en seguida por una elección libre, que apoyó masivamente al Gobierno,encanuna u de claraapertura y organiza institucio
nes democráticas donde nunca
las hubo. Ha comenzado por el
principio: leyes electorales, ga
rantías procesales.
En Argentina, el Gobierno de Alfonsín acortó su mandato en medio de enormes dificultades económicas, pero llegó a las elecciones y transfirió normalmente el poder a su adversario. Esta rotación de partidos no había ocurrido nunca en Argentina, y la última transmisión democrática de un electo a otro electo había ocurrido hacía más de 50 años.
Uruguay transita ya la campaña electoral que culminará en noviembre. Es una elección como cualquier otra. Ha terminado el tiempo de la transición: el referéndum de abril de este año cerró el capítulo de las discusiones del pasado al aprobar definitivamente la ley de amnistía a los militares. La economía se ha equilibrado, y si persiste una inflación elevada -aunque mucho menor que en los vecinos-, el crecimiento ha sido sostenido, las exportaciones siguen subiendo y la desocupación baja. Todo el país siente que la transición ha quedado detrás, y el debate es sobre las transformaciones de los años que vendrán. Se ha dejado de mirar hacia el pasado, y ello es lo más importante.
Chile, por fin, va llegando a su elección. Luego del referéndum constitucional todo se encaminó hacia el proceso electoral, y en él estamos. Naturalmente, están presentes todas las dudas connaturales al período de transición, pero sin duda él se abrirá a fin de año, y con ello estaremos tocando el sueño de los precursores.La pregunta, a esta altura, es siempre la misma: ¿esta democracia que hoy se extiende por toda América del Sur perdurará? ¿El proceso institucional ha alcanzado la madurez suficiente para que podamos hablar de estructuras consolidadas?Está claro que no. Las amenazas de dentro y de afuera persisten. La tendencia al voluntarismo económico, al caudillismo personalista, al canibalismo partidario, están allí, y bastará algún fracaso para que florezcan. Los proteccionismos de las grandes potencias, distorsionadores de precios intemacionales; una deuda externa que no termina de encontrar el camino para quedar en el pasado, y la falta de inversión de riesgo en la industria pueden reproducir a poco de andar otra oleada de inestabilidad.
Todos estos países han hecho ajustes económicos dolorosos. Enterraron viejos esquematismos económicos. Partidos populistas como el peronismo argentino o socialdemocráticos como la Acción Democrática venezolana actualizan con audacia su pensamiento económico. El batllismo gobernante en Uruguay, primer socialismo democrático de América, ha cambiado a Keynes por Felipe González. No ha faltado coraje intelectual y político. Pero los tiempos apremian. Después del ajuste, ¿que? ¿La pobre democracia no pagará las facturas de ese rigor que sabemos que a la larga curará, pero que a la corta arde como cualquier viejo y buen remedio?
Todo depende, necesariamente, de una coincidencia: entre la persistencia de los dirigentes latinoamericanos para no ceder ante las presiones voluntaristas y la visión de los estadistas norteamericanos y europeos para comprender que esta democracia renacida se consolida hoy o se compromete mañana. Con el apoyo externo no alcanza si no hay políticas económicas racionales; con éstas solitariamente sostenidas, tampoco, pues necesitan del oxígeno económico de un marco internacional más equilibrado y solidario.
es presidente de Uruguay.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de septiembre de 1989