En mi condición de agradecida usuaria del hospital de la Cruz Roja de Madrid desearía romper una lanza ética de alarma para evitar la destrucción gratuita de este acreditado centro sanitario. La población humana del viejo sector de Cuatro Caminos-Tetuán-Quevedo, formado mayor¡tariamente por proletarios y artesanos que han ido envejeciendo en su antiguo barrio, hemos acudido siempre al hospital central de la Cruz Roja. El hospital de la Cruz Roja es un hospital de 600 camas perfectamente actualizado, moderno en su función, animado por un equipo humano de 1.500 personas que en ningún momento nos han hospitalizado en los pasillos. Son gente -desde el médico y la enfermera al celador- que viven en nuestras mismas calles desde hace años y forman también parte del corazón de nuestro barrio.
No se puede destruir o cerrar un hospital activo y eficaz cuando este tipo de centros asistenciales, de cabida medida, son los preconizados por la OMS frente a los dinosaurios de 1.500 camas, donde el enfermo se encuentra perdido. Tampoco se pueden esgrimir razones económicas, porque este hospital está sufragado por todos nosotros con nuestros impuestos y a la Asamblea Suprema de la Cruz Roja no le cuesta una sola peseta a pesar de ingresar anualmente más de 22.000 millones de pestas entre loterías, sorteos del oro, postulaciones y subvenciones.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de octubre de 1989