Nuestros bosques arden, mientras las autoridades reconocen su impotencia, alegando que pocas veces es posible detener y justiciar a los autores de los incendios forestales, mayoritariamente "provocados".Hay que elogiar a los bomberos, que arriesgan sus vidas. No tanto a nuestros órganos legislativos. Pues es por la vía de la legislación que podemos atajar ese otro fuego destructor, que está a punto de convertir a nuestro país en un desierto urbanizado.
Decretar que ninguna autoridad, sea nacional, autonómica o local, pueda permitir ninguna obra de construcción en un terreno que haya sufrido un incendio forestal, durante un periodo de 50 años. Un proyecto de ley sencillo. A ver si algún político o grupo de presión tiene el valor y la visión para promoverlo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 28 de agosto de 1990