En un popular espacio de una empresa privada de televisión celebrado a mediados de diciembre pasado fue tratado el tema de la ludopatía. El tono dominante, del que fue paladín un eminente sociólogo, fue el considerar como máximo factor determinante de esta patología a los juegos explotados por el Estado. Lotería Nacional, Primitiva, Bonoloto y quinielas son los juegos que producen adicción a la droga psicológica de la que son últimas víctimas los ludópatas. Ésta era la opinión mayoritaria sustentada por los defensores de bingos, casinos y tragaperras. Es decir, que lo que vicia conductas, tuerce voluntades, arruina economías y destruye armonías familiares no son las apuestas continuas, sino las diferidas.Las tragaperras que se quedan con el salario recién cobrado, los bingos que agotan los saldos pacientemente acumulados en las libretas de ahorro, las ruletas que diluyen patrimonios heredados son, para los representantes de estos juegos, simples medios de recreo, de esparcimiento, de distracción. Sólo les faltó decir que son, además, eminentemente educativos. Consecuentemente, si éstos son juegos inocentes y la ludopatía existe como mal social, debe de ser por los juegos con sorteo o resultado semanal. Curioso.
Una participante en el coloquio desentonaba en el concierto: era una psicóloga con clínica abierta, con clientela doliente compuesta por enfermos dominados por los juegos recreativos. En ningún caso habló de pacientes sujetos a los juegos del Estado.
El 22 de diciembre vimos la clásica alegría popular de esta fecha. Los afortunados en el sorteo de Navidad son todos los años el pórtico de estas fiestas entrañables. ¿Se dan esas mismas alegrías, o producen todo lo contrario los juegos recreativos?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 9 de enero de 1991