He leído con verdadero interés las dos columnas editoriales que han publicado en su periódico referentes a los avatares que atraviesa La Seda de Barcelona.Asisto como espectador a la lucha entre AKZO, Banca y Pequeños Accionistas, y como empleado de esta compañía, en la que llevo trabajando más de 20 años, sufro las consecuencias y me preocupo por mi puesto de trabajo y del resto de los 2.699 trabajadores que aún estamos en nómina.
Tanto en sus comentarlos Sin maneras como en los que hace en Guante de seda, aciertan, según mi opinión, en sus juicios cuando critican la actitud de AKZO y de los organismos oficiales. Cualquier país con economía acertada necesita favorecer inversiones de capital extranjero que ayuden al desarrollo; por otro lado, también es cierto que, normalmente, las multinacionales no sólo depredan y obtienen rentabilidad de sus inversiones, bien sea en forma de patentes e ingeniería, sino que aportan tecnología y crean puestos de trabajo y, en definitiva, aportan riqueza.
AKZO también actuó de esta manera en LSB, pero después de más de 60 años de gobernar de forma casi absoluta la compañía, era impensable que la abandonara en cinco días, creando tal pánico y confusión en los medios financieros que su actitud solamente
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se comprende si tiene como último fin que se hunda nuestra compañía y deje un hueco en el mercado europeo de 100.000 toneladas de fibras sintéticas que facilite a AKZO la mejora de su participación en el mercado de fibras, situación que, obviamente, mejoraría sus resultados. Su actitud empresarial es incalificable, aun cuando su participación económica para paliar parte del endeudamiento de LSB sea razonable.Por otro lado, las administraciones, tanto autonómicas como central, comprenden, lamentan y se entristecen de las posibles consecuencias que puedan ocurrir a LSB. Pero, hasta el momento, no han hecho absolutamente nada efectivo.
El comportamiento, en estos momentos, de la mayoría de los empleados, trabajadores, sindicatos, comités de empresa y directivos de LSB es casi ejemplar. Si contamos con la ayuda efectiva de la Administración y el apoyo de la banca, sin aprovecharse más de lo que es habitual de nuestra situación, deseo y espero que LSB pueda superar la profunda crisis actual y vivir sin el yugo y la tutela de AKZO para el bien de la mayoría de sus empleados y trabajadores y el mayor enriquecimiento de nuestro país.
Añadir, por último, que la fabricación de fibras sintéticas ha dejado de ser un secreto, sobre todo para los que llevamos más de 20 años produciéndolas. Otra cosa es hacer un producto de buena calidad a un precio competitivo. AKZO nos ha gobernado mal en los últimos tiempos, sin adecuar nuestra estructura a las necesidades actuales, dejando envejecer la plantilla y permitiendo una organización complicada, cara y poco eficaz. Puesto que no nos quieren, digamos con entereza que se gobiernen ellos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de agosto de 1991