¿Cómo es posible que los presidentes de los Estados democráticos mantengan relaciones diplomáticas con un personaje tan cruel, despótico y antidemocrático como el rey Hassan II de Marruecos? ¿Cómo puede tolerar la comunidad internacional las desafiantes declaraciones de Hassan II, según las cuales el único resultado aceptable del referéndum a celebrarse en el Sáhara occidental es aquel que confirme la marroquinidad del territorio?Los Estados democráticos deben pararle los pies a este tirano y obligarle a aceptar las normas del derecho internacional.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 1 de septiembre de 1991