Al segundo le suelen dar poca im portancia algunas gentes alegres y confiadas y, sin embargo, en el tracto exiguo de un segundo puede cam biar la vida de un hombre; hasta el mismisimo universo mundo puede cambiar. En un segundo coges un trancazo que te dura todo el invier no. En un segundo tira la bomba atómica quien la tenga y acaba con las penas de media humanidad. En un segundo te toca la primitiva y, entonces, se acabaron los angustiosos afanes de los días y las horas. En un segundo te dan el sí y ya estás ca sado. En un segundo sale una cria turita del claustro materno, excla ma "¡Ngué!", y,ya es persona. Y muchas otras cosas pueden suceder en un segundo. En un segundo se produce el tránsito final del dictador y llega, jubilosa, la democracia. En un segundo alguien aprueba una ley que derogue la inviolabilidad de los domicilios y convierte la democracia en Estado policial. En un segundo te limpian la cartera los tomadores del dos y se quedan tan anchos. En un segundo, un gaché- rijador al que has consentido propasarse un poco va y te hace un hijo.
Cuanto queda dicho y mucho más puede pasar en un segundo. Dónde, depende de los países y sus gentes. A la mayoría de los españoles, por ejemplo, les pasa dentro del coche, parados en los semáforos. Si el semáforo se pone verde y antes de que haya transcurrido un segundo, al conductor de atrás se le sube la sangre a la cabeza, le entran tremendas convulsiones, se pone a tocar desesperadamente la bocina, amenaza con los puños, enseña por la ventanilla los cuernos y grita desaforadas sevicias, es que le están haciendo un hijo, o le va a caer encima la bomba atómica, o algo por el estilo. Que le ocurran a uno estas cosas cuando un semáforo se pone verde y hay alguien delante debe dar mucha rabia, ¿verdad?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de octubre de 1991