Una vez más, el debate sobre el estado de la nación ha pasado al limbo de las buenas intenciones. Ya duerme en las hemerotecas, donde yacen otros como él. Atrás quedan los rumores y las palabras y alguna que otra rabieta presidencial y su correspondiente desplante, y, en el fondo, ese sabor agridulce que a muchos ciudadanos nos queda, suavizado en parte por la lección valiente y solidaria de los mineros leoneses, que ya vuelven a casa y a la mina con las alforjas de la dignidad repletas. Volvemos a la vida diaria. Nuevas nubes surcan el cielo de nuestra España. Nubes repletas de retórica y de palabras. Desde esta humilde atalaya ... sólo pedimos luz, y ... agua.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de abril de 1992