Encontré a Whitman en una de las mesas de la biblioteca del Departamento de Antropología Americana de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, en diciembre de 1977, cuando la democracia era olorosamente tierna en España, cuando aún faltaba mucho para el V Centenario del 92, cuando todos deseábamos un gran cambio en nuestra sociedad.Fue un aliciente más encontrar
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a un norteamericano cantar a la democracia como Whitman lo hacía en Hojas de hierba. Lo era también ese canto a América, aunque fuese a "su América", la del Norte, mientras nosotros, alumnos entonces, intentábamos comprender y penetrar en las tres Américas (Norte, Centro y Sur) en las de ayer y las de hoy.
Después de los años pasados, de ilusiones destrozadas, de proyectos inconclusos, sólo nos queda en este 1992 Whitman. Él es el único que parece sustentar aún los mismos ideales.
¿Qué fue de la utopía que movía a la izquierda en este país?
¿Qué fue de aquella ilusión por el gran cambio que se nos prometió en 1982?
¿Quiénes han sido aquellas personas, instituciones, clases, entes, que nos han dejado huérfanos?
¿Quiénes han desvirtuado todo aquello por lo que luchamos largos años?
Solos, cada vez más solos en el cosmos. Como en un agujero negro.
Gracias por cumplir 100 años con nosotros Walt. Estoy seguro de que aún sigues con nosotros ahí, a nuestro lado. Cantando a las estrellas, a la mujer que va a parir, a la democracia, a ti mismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de abril de 1992