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Un oligofreníco dispara contra su padre y le destroza la mandíbula

El anciano volvía, como cada mañana, de pasear a su perro. Cuando abrió la puerta blindada de su piso, en un elegante edificio del barrio de Fuencarral, vio a su hijo Teo, un insuficiente mental de 38 años, con su propia escopeta de caza en las manos. Olía a pólvora. Teo la disparó otra vez, y los perdigones se clavaron en la mandíbula del padre.

"Yo nunca me lo podría imaginar", decía ayer, entre notas de hilo musical, el conserje del edificio -un flamante rasca cielos cercano al hospital La Paz- donde vive T. A. M., el hombre de 68 años herido. El portero se precia de conocer a cada uno de los vecinos -son 91 pisos en la casa- y dice que Teo es un hombre muy correcto, alto y bien vestido. Nunca le vió embutido en unos vaque ros: "Sólo si hablabas con él te dabas cuenta de que no era normal, de que andaba a su rollo". Teo vive allí desde hace cinco años, cuando la casa se terminó, con otra hermana y el padre.El conserje, que suele hacer una ronda por las diferentes escaleras de la casa, sorprendió el lunes a T. tumbado sobre un charco de sangre en la escalera de mármol, junto a la puerta del servicio. "Tenía una gran herida en la barbilla", recuerda el hombre, "pero estaba consciente y señalaba el interruptor del timbre, como si eso hubiera sido la causa, algo eléctrico, pero eso es imposible". El perro guardián estaba ladrando a su lado, en la escalera.

Perdigones en el mentón

El hombre no se imaginó que el causante de la herida había sido Teo. Llamó al hospital de La Paz y del centro enviaron una ambulancia. Con sus llaves, el portero entró en la casa y le ordenó al hijo que se hiciera cargo del perro. Teo obedeció. El anciano, siempre según el relato del conserje, les indicó a los cirujanos de La Paz que había sido herido a causa de una explosión de gas.Pero los médicos encontraron perdigones dentro de la mandíbula del hombre -ingresado ayer en la unidad de cuidados intensivos con pronóstico reservado, según fuentes del centro- e informaron a la policía.

Los agentes del grupo de Homicidios de la Policía Judicial fueron a inspeccionar el piso del anciano y reconstruyeron el suceso. Mientras Teo estaba solo en casa, durante el paseo matinal de su padre con el perro, cogió su escopeta de caza, del calibre 12, y la cargó con dos cartuchos.

"Disparé contra el techo estando solo. Instantes después entraba su padre. Se debió de asustar, como los niños, y volvió a apretar el gatillo", aseguraban fuentes policiales; "hablar con él era como hablar con un niño de ocho años".

Los agentes pusieron a Teo a disposición del juez de guardia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de noviembre de 1992

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