En el espectro de la nueva danza española faltaba una Olga Mesa. Ella es un espíritu solitario y atrevido que, como un empecinado, crea secuencias de su propia obstinación. Su seriedad no puede ponerse en duda, y su trabajo, de fuerte poesía íntima, cala hondo en el espectador. Con medios discretos, y apoyada sobre todo en su cuerpo, la artista desnuda la escena.El aire cargado de su soledad, del miedo al vacío existencial y un discurso mudo y elocuente, mantienen en vilo al auditorio, que se integra entre tinieblas a un rito, un análisis del gran fantasma: la pobreza moral. Es un monólogo elaborado de impulsos y frases cortas, o mejor, entrecortadas.
La imagen de una mujer sola que huye a la vez que busca, es una dura metáfora que se vuelve argumento. Su teatro, doliente y dolido, se basa en la confrontación con un enemigo invisible y doméstico, en el daño y la emoción contenida. Las escenas de baile, elaboradas a partir del ritmo interior, cumplen su cometido y emocionan. Si se quisieran encontrar apoyaturas estéticas foráneas, que de hecho las tiene, Olga Mesa es una neoexpresionista.
Obras de pequeño formato II
Sin imagen, ou outra cosa cualquier. Every days blood: coreografía e interpretación: Olga Mesa; música: Richard Strauss; luces: Cora. Ciclo Obras de pequeño formato. Teatro Pradillo. Madrid, 27 de marzo.
Every day's blood tuvo su adelanto el año pasado, y ahora la interpretación es más concentrada y efectiva: es la madurez, la síntesis. El lieder de Strauss, con su mensaje de mundo que termina y esa melodía de último viaje, eleva el rango de la variación donde el suelo es un abismo y el techo una losa que no acaba de caer. El militante y fiel público de la Pradillo aplaudió agradecido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 29 de marzo de 1993