La mayoría de los países industrializados occidentales (...) están sufriendo idénticos problemas: recesión o bajo crecimiento, desempleo alto y creciente y preocupación por la estabilidad de las instituciones financieras. (...) Sin embargo, el único eslogan bajo el que los hombres de Estado pueden estar dispuestos a discutir el problema es "la falta de competitividad". (...) Las unidades que entran en competición en el comercio mundial son -que Dios sea alabado- cada una de las empresas, y no las naciones como conjunto. Sólo se puede hablar de competitividad al nivel económico nacional en un sentido estrictamente limitado. (...) La zona con la que la CE ha perdido claramente competitividad es EE UU, pero la Administración de Clinton es vociferante respecto a que Estados Unidos no es todavía lo bastante, competitivo. El enfoque basado en la competitividad pronto se convierte en un juego de sumar cero en el que la situación mundial y el desempleo parecen, erróneamente, estar fijos. (...) Los cambios son mucho más complejos que pensar en trabajadores especializados que ganan más a expensas de trabajadores no cualificados. (...) Si queremos volver al pleno empleo habrá que hacer un gran esfuerzo para encontrar salarios por los que se pueda ofrecer trabajos, y deberá finalizar el estilo gerencial arrogante que mide la firmeza en términos de recortes de plantilla.
1 de julio
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de julio de 1993