da a las calles López de Hoyos, glorieta de López de Hoyos y Oquendo, a unos 100 metros escasos de donde se produjo el atentado terrorista el pasado lunes. Mi cama se desplazó; el fogonazo y estruendo de la explosión fueron inenarrables.Cristaleras, marcos de ventanas y puertas, objetos, etcétera, saltaron en pedazos o se desvencijaron.
Mis hijas y yo sufrimos un fuerte impacto psíquico y físico (la pequeña, que colaboró en la atención de víctimas, sufre desde ese día dolor de oídos, posiblemente debido a la onda expansiva).
Dentro de este caos de estropicios (suelos, ventanas, paredes, etcétera) no cabe sino hacer constar mi agradecimiento al excelentísimo Ayuntamiento de Madrid, que inmediatamente mandó técnicos y operarios, que antes de las 13.00 habían recogido de mi vivienda cristales, cascotes y demás, y antes de las 20.00 habían reemplazado cristales rotos o desprendidos, y en la actualidad proceden a la reparación de persianas, obras de albañilería, etcétera.
Mi pésame a los familiares de las víctimas inocentes y mi aliento para los heridos.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de julio de 1993