Cuando en el Manzanares baja la marea, lo hace de la manera imprevisible de las aguas que se encierran en un cauce. Cada cierto tiempo se abren las compuertas de las represas del río, como el pasado miércoles, y en Madrid aparece, por fin, la playa para las gaviotas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de noviembre de 1993