El rock madrileño, en su vertiente más dura, tiene en Santa Fe una nueva banda que ha traído buenos augurios a un panorama que, aunque nunca ha estado falto de buenos grupos, si de ideas oxigenantes. Las influencias que el cuarteto desprende en sus composiciones vienen desde Estados Unidos de la mano de exponentes tan definitivos como Red Hot Chilli Pepers o Living Colour, pero el carácter personal de Santa Fe está, sin duda, en su calidad como intérpretes, tanto por parte de los instrumentos como de la estupenda y versátil voz de Susana Ruiz.Acaban de editar su primer trabajo en una compañía independiente; 14 temas cantados en inglés y castellano que han tenido el apoyo definitivo en la producción de Steve Taylor y el de David Knight en las mezclas, realizadas en Los Ángeles, una de las indiscutibles nuevas bandas de fusión que proliferan en la música de los noventa.
Santa Fe
Susana Ruiz (voz); Alex García (bajo y contrabajo); Alberto (batería); Juan José Melero (guitarra). Sala El Sol, 500personas, entradas: 1.000 y 1.200 pesetas. Madrid, 29 de diciembre.
La sala El Sol abrió tardíamente sus puertas, y hasta pasada la medianoche no subió al escenario la banda, pero cuando lo hizo, con la sala abarrotada, para muchos fue una sorpresa la calidad interpretativa de los cuatro músicos madrileños.
Bajo, guitarra, batería y voz es la composición clásica de Santa Fe, sin adornos, marcando ritmo y con la única concesión a la variación en los punteos, arrogantes aunque precisos, desde la guitarra. Santa Fe puso toda su capacidad sobre el escenario sin reservarse nada desde el comienzo, así que la primera media hora fue una explosión continua al límite, que empezó a perder intensidad más por parte del interés de un público formado por curiosos de la novedad que por la banda y los amigos que se habían congregado para la ocasión.
El cuarteto, con sus composiciones densas, a veces demasiado pastosas, cambió, ya a la entrada del ecuador del concierto, la electricidad por la acústica y se sumergió sin miedo en un par de temas acompañados por un contrabajo y una guitarra acústica, bajando demasiado la intensidad, aunque volviendo a demostrar su calidad como intérpretes. Vuelta a la electricidad y de nuevo un repaso por nuevos temas que peligrosamente caían en el tono monocorde que en la primera media hora tan buena aceptación había tenido.
Santa Fe tiene, sin embargo, la capacidad de hacer con su música una fusión perfecta de lo que ha sido el rock duro madrileño, crudo y agresivo, con sus claras influencias de la música norteamericana, convirtiendo su repertorio y, sobre todo, su estar sobre el escenario, en un universo eminentemente castizo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de diciembre de 1993