Los ocho presos brasileños que retuvieron por la fuerza durante 18 horas a 14 personas, religiosos en su mayoría, entre ellos el cardenal Aloisio Lorscheider, arzobispo de Fortaleza, liberaron ayer a sus rehenes en una zona boscosa situada en el interior del Estado de Ceará, hacia donde habían huido en un furgón blindado. Los reclusos huyeron a pie hacia una zona boscosa. Anoche, medio millar de agentes de las policías federal, civil y militar intentaban darles caza, de momento sin éxito.
La liberación de Aloisio Lorscheider, que tiene 69 años y sufre de graves problemas de corazón, se produjo de madrugada en la aldea de Terra Azul, a unos 230 kilómetros de Fortaleza. Pálido y aparentemente muy cansado, se limitó a comentar con una sonrisa: "Ha terminado mi pequeña epopeya". "He rezado por mis secuestradores", añadió el prelado.El cardenal, una de las figuras más destacadas de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, de la que fue presidente, había sido tomado como rehén, el martes por la mañana, junto con otras 13 personas, dos obispos auxiliares entre ellas, cuando encabezaba una visita a la penitenciaría local para investigar acusaciones de malos tratos denunciados por los prisioneros.
Cuando el grupo entraba al penal, un interno, Antonio Carlos Souza, sujetó a Lorscheider con una llave de yudo y le tiró al suelo al tiempo que, amenazándolo con un puñal en la garganta, gritaba que quería huir. Algunos de los acompañantes del cardenal entraron en lucha con los presos, pero fueron rápidamente dominados y tomados también como rehenes.
Los penados exigieron entonces dos camiones blindados, varias armas y municiones. Mientras las autoridades entablaban una tensa negociación con los presos, el presidente Itamar Franco tomó cartas en el asunto y ordenó la intervención de especialistas en secuestros de la policía federal. Cerca de la medianoche abandonaron el presidio llevándose consigo algunas armas y a todos los rehenes.
Los fugitivos fueron soltando por el camino hacia Terra Azul a todos los rehenes antes de liberar ileso al cardenal en el último momento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 17 de marzo de 1994