Hoy, miércoles, a las 20.35, de regreso a mi domicilio, sito en una céntrica calle de Madrid, me encuentro con la triste escena diaria de parejas de traficantes paseando a lo largo de la calle de Santa Isabel, seguidos por una hilera de eslabones con cuerpos delgados y encorvados que constituyen y alimentan la gran cadena de la droga.Por supuesto, ellos son las víctimas directas, pero yo, como ciudadana de a pie, me veo en ese grupo en un grado diferente, al no poder disfrutar de un paseo por temor a ser atracada o agredida.Es lamentable la imagen, pero más aún que las autoridades permitan que proliferen sin hacer nada al respecto. Otra vez me siento desprotegida y decepcionada, no del sistema, sino de los que se hacen llamar nuestros representantes.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de mayo de 1994