El sistema de selectividad imperante desde hace veinte años ha provocado, entre otros efectos perversos, ese fenómeno que un catedrático de la Universidad Autónoma definió, con irónico economicismo, como la tendencia de los estudiantes a utilizar la nota de la selectividad como un "valor cotizable en bolsa".Antes de pensar si les gusta mucho o poco determinada carrera -venía a decir el profesor- consultan la lista de los admitidos en el curso anterior y se apuntan a la facultad cuya puerta les va a ser franqueada por sus buenas buenas notas. A ello se une el justificado pánico de los jóvenes al desempleo y la leyenda negra que envuelve a las carreras "con escasas salidas profesionales".
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Por supuesto que los cinco estudiantes de humanidades a los que hoy vuelve a entrevistar este diario, cuatro años después de su ingreso en la Universidad Complutense de Madrid, no adoptaron su decisión ni por lo uno ni por lo otro.
Todos anteponen la vocación a cualquier otra consideración. Lo único que reclaman es algo más de atención social precisamente para acabar con esa leyenda.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de octubre de 1994