Para cualquiera que siguiera creyendo que la corrupción era sobre todo un problema del mundo subdesarrollado, y no del desarrollado, las revelaciones de la semana pasada tendrían que suponer un tardío despertar. (...) El peligro de que se extiendan los sobornos es, en primer lugar, que distorsionan la racionalidad de las decisiones. económicas; en segundo término, que minan la legitimidad de la Administración, e incluso de todo el sistema político que los tolera. Puede que las distorsiones económicas sean difíciles de descubrir, pelo la pérdida de legitimidad se ha hecho evidente en los países industrializados que han padecido escándalos recientemente. (...) La causa común que subyace a muchos de los recientes casos de corrupción ha sido la necesidad de fondos electorales cada vez más cuantiosos pata los partidos políticos, más que la venalidad individual. La explosión de costes del ejercicio político en una democracia televisada ha hecho cada vez mayores las presiones. financieras. (...)¿Qué hay que hacer? Evidentemente, es esencial que las contribuciones políticas estén sometidas a la máxima. transparencia. (...) Las normas simples y transparentes son la mejor defensa contra la corrupción. Cuantas menos trabas inútiles imponga un Gobierno a las empresas, y más abiertas y sencillas de imponer las reglas, tanto menores los incentivos o las oportunidades de sus funcionarios para usar su cargo, en beneficio propio.
30 de diciembre
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de diciembre de 1994