Elena de Borbón fue fiel a Petro Valverde, su modisto desde hace diez años. A él le confió el diseño y la realización de su traje de novia, como adelantó EL PAÍS el pasado 3 de febrero. "Es un traje de línea sencilla, con toques de romanticismo. El tejido es de organza de seda natural satinada". Así definió Valverde su creación. El resultado fue espectacular. La infanta Elena estaba más guapa que nunca.El traje, con escote cuadrado, realzaba su esbeltez. Se adornaba con un sencillo bordado en el mismo tono situado tanto en el cuello como en el talle y los puños.
Las mangas, que cubrían los codos, terminaban en pico, lo que daba mayor holgura de movimientos a la Infanta.
Por detrás y a la altura de la cintura salía una larga cola perfilada irregularmente; de tal manera que daba vuelo al modelo. La disposición se asemejaba a un polisón. Era una pieza de quita y pon. Durante la ceremonia, doña Elena lució la totalidad de la cola para posteriormente, antes de subirse a la carretela, quitarse una de las sobrefaldas y ganar en comodidad para los actos posteriores. La modificación de vestido la realizó el modisto en una de las salas contiguas a una capilla.
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El velo, confeccionado en tul ilusión, era tan largo como la cola: 10 metros. Se sujetaba en una diadema de brillantes y oro blanco que ya lució su madre, la reina Sofía en su boda y que antes llevó su abuela Federica de Grecia. El tul tapó el rostro de la Infanta al llegar a la Catedral y fue retirado por el novio tras el rito del matrimonio. Antes de iniciar el cortejo también fue reducido.
Los zapatos eran de medio tacón forrados en el mismo color y tejido que el vestido.
Doña Elena además de la diadema llevaba una pulsera de eslabones de brillantes y perlas en su mano derecha. La joya se complementaba con unos pendientes de brillantes, oro blanco y perlas. Además lucía en el de meñique un pequeño anillo que suele utilizar habitualmente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de marzo de 1995