Existe cierta tendencia en mi profesión -soy jefe de obra en una empresa constructora-,. que se manifiesta sobre todo al principio, consistente en criticar sin ningún tipo de recato la labor que esté realizando un colega nuestro en otra obra distinta de la nuestra. Con el tiempo, uno se va dando cuenta de que existen defectos, y de que es muy fácil sacar a la luz los defectos de la obra de un colega. Lo difícil es aprender a ser prudentes y a no dar a esos defectos más importancia de la que tienen, porque son inherentes a la construcción y se producen en la obra del colega y en la nuestra, en este país y en cualquier otro. Con el tiempo aprendes a fijar la vista en un único objetivo: sacarla adelante y terminarla de la mejor manera posible.Me da la impresión de que esta tendencia es totalmente extrapolable a la vida pública actual. A cualquier movimiento que se realice en una determinada dirección se le buscan las vueltas con una absurda pirueta para que resulte en contra de quien lo ha iniciado. Algunas personas de la oposición tienen muy claro que todo, absolutamente todo, lo que haga el Gobierno está mal, y viceversa.
Éste es un país de personas muy preparadas, trabajadoras, con una voluntad de hierro y con mucha ilusión por el futuro. Tanto ciertos representantes de la clase política como algunos medios de comunicación están sacando los pies del tiesto de una forma grotesca y absurda, como verdaderos aprendices, y están logrando que el ciudadano de a pie, que es el que realmente consigue con su esfuerzo y su sudor diario que el país no se pare, pierda la ilusión cada día un poquito más.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de marzo de 1995