El pasado 27 de abril, EL PAÍS publicaba un anuncio a través del cual la Federación de Mujeres Progresistas llamaba a la solidaridad con las "más de doscientas mujeres argelinas asesinadas por grupos integristas". Más abajo convocan a defender los valores de la tolerancia y la igualdad, "sin distinción de raza, sexo ni religión".Efectivamente, no hacen distinción de sexo en el texto cuando apelan a la conciencia de las "mujeres y hombres demócratas". Lo que no me queda tan claro es si se establece una distinción de sexo cuando se oculta el número de hombres muertos en esa desgraciada guerra contra los civiles, como calificaba (EL PAÍS, 28 de abril) una de esas mujeres al conflicto argelino: porque 40.000 personas, según EL PAÍS, "han sido matadas en dos años". Con lo que o sé yo poco de matemáticas o resulta que 39.800 hombres han dejado la vida en ese país de manera violenta en esta última época: para ser una guerra en la que las "mujeres son las primeras víctimas", como decía Patrocinio Las Heras en un artículo aparecido el pasado día 27, hay que reconocer que los varones no lo están teniendo precisamente fácil. Macabro recuento el que hago y del que me avergüenzo, pero es que no puedo soportar la constante manipulación de datos y cifras de que hacen gala algunas feministas.Luchen contra la violencia, pidan cuantas solidaridades quieran, exalten el valor y el heroísmo de las mujeres argelinas, pero no intenten damos gato por liebre. La sañuda y repugnante persecución contra esas mujeres es uno de los muchos aspectos de un conflicto muy complicado, y no favorecen su comprensión cuando limitan su planteamiento de tan retorcida manera. Y permítame referirme, por contra, como ejemplar, al que hace otro grupo de mujeres, de triste actualidad una vez más: las llamadas Madres de Mayo argentinas. Aprovecho para solidarizarme con las 40.000 víctimas mortales del conflicto argelino, sin distinción de sexo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de mayo de 1995