EL MINISTERIO de Cultura culminará hoy la operación de acoso y derribo de la directora del teatro Real, Elena Salgado, mediante un cambio en los estatutos de su fundación. Cinco patronos del Real han dimitido en los últimos días precisamente para no verse involucrados en una actuación que a la postre terminará por someter al poder político una institución que se pretendió desarrollar con autonomía. El consenso alcanzado a principios de año entre la Comunidad de Madrid (PP) y Cultura (PSOE), del que salió el nombramiento de Salgado, no ha podido sobrevivir a la creciente politización que está introduciendo el PP en el terreno de la cultura y de los medios de comunicación.Los buenos propósitos expresados cuando estaba en la oposición, y rubricados tras su exigua victoria del 3 de marzo, dieron pie a la ilusión de un auténtico e incluso histórico cambio de usos políticos que permitiría mantener algunos ámbitos de la vida cultural al margen de los combates partidistas. Pero una vez superada la investidura con los votos nacionalistas, los populares campan ya a sus anchas sin que les inmuten las apagadas quejas de una oposición socialista paralizada y ensimismada.
Lo que ha sucedido con el teatro Real no es un hecho aislado ni debe leerse en términos personales. En pocos días, el Gobierno popular ha destituido al equipo directivo del Centro Dramático Nacional y ha entrado a saco en el organigrama de RTVE con criterios profesionales más que discutibles. En estos cambios, al igual que en algunos relevos en la cúspide de empresas públicas, hay dosis de sectarismo no inferiores a las denunciadas en sus antecesores socialistas, y desde luego muy alejadas de la ideología liberal que dicen profesar algunos populares.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de julio de 1996