De vez en cuando me he permitido enviarle alguna carta a su sección de Cartas al director, poniendo de manifiesto situaciones que considero abusivas y ante las que me encuentro, como la mayor parte de los españoles, impotente, pues no me cabe otro recurso que el del pataleo, o dirigirme a la prensa libre, para ver si tienen a bien hacerse eco de las mismas, y hacer denuncia pública en sus páginas de los abusos que se cometen a diario y que sufrimos cientos de ciudadanos.Cuando le envío alguna carta no me guía en absoluto ningún afán de protagonismo y ver publicado mi nombre al pie de la misma; no es eso lo que busco, pues la vanidad es defecto que suele acompañar o a los jóvenes o a los muy necios, y aunque lo segundo se puede ser a cualquier edad, de lo primero, desafortunadamente para mí, me curé hace ya bastantes años.
Lo único que pretendo es que desde los medios de comunicación se puedan hacer públicas esas denuncias, a fin de que alguien se pueda sentir avergonzado por haber cometido o consentido los hechos denunciados, y que alguien, con la dignidad y poder suficientes para ello, pueda tomar medidas para corregirlos y evitar que se sigan produciendo.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de agosto de 1996