Tengo la sensación de haber malgastado mucho tiempo de mi vida, pues no supe disfrutar de tantas cosas que la vida me daba, y que parecían normales, obsesionado, en cambio, en la búsqueda de una perfección imposible de alcanzar. Hoy sé, más que nunca, que de los millones de habitantes de este planeta muchísimos de ellos no tienen una vivienda donde protegerse y descansar; otros no poseen comida en la nevera esperando simplemente ser cocinada. Hay millones de enfermos, ciegos, paralíticos, drogadictos, alcohólicos, etcétera. Muchas personas son sistemáticamente torturadas por alguien, y cuando no les pegan sólo piensan en cuándo volverán a hacerlo.Sí, es muy anormal ser normal, y cuando lo comprendes empiezas a valorar lo vulgar: pasear, leer un libro, tomar el sol, descansar, comer, hablar, amar.
Porque además acabas descubriendo que nada es perfecto, que por mucho dinero que posea no estás protegido de las enfermedades, del desamor, los accidentes, la vejez y la muerte. Que no hay trabajo perfecto, ni mujer, ni marido perfecto, ni hijos, ni amigos, ni viajes.
No sé si usted, que me está leyendo, se ha hecho estas reflexiones, a mí me ha costado mucho tiempo llegar a esta conclusión, pues nadie me lo enseñó, por eso se lo cuento, por si le puede ser útil; desde ahora, empiece a apreciar cada cotidiano momento de su vida. Se sentirá mucho mejor.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de septiembre de 1996