En los años setenta, Rusia producía el 20% de las publicaciones científicas del mundo; hoy no llega al 5%. La agonía de la ciencia rusa se refleja también en sus miserables sueldos. Por ejemplo, muchos empleados del Instituto de Strájov ganan 6.000 pesetas mensuales, y el sueldo máximo de un científico sin cargos administrativos es de unas 15.000 pesetas.Esto lleva a una "degradación moral", alega Vladímir Strajov, "y la mayoría de los especialistas, aunque cobra el sueldo, no va a su trabajo sino que busca otros para alimentar a su familia. Algunos han optado por la emigración o se han visto obligados a abandonar la ciencia".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 2 de octubre de 1996