La industria rusa arroja anualmente a la atmósfera 25 millones de toneladas de sustancias nocivas. En los últimos diez años, la esperanza de vida ha pasado de 64 a 58 años. Los escapes de radiación, la falta, de una legislación adecuada, los robos de uranio, la escasez de presupuesto y el incumplimiento de las normas de seguridad han colocado a la energía nuclear rusa en un callejón sin salida. Las catástrofes de Cheliabinsk y Chernóbil son ejemplos de ello. La noche temática abordará hoy (22.05, en La 2) esta cuestión, bajo el título La nueva amenaza rusa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de diciembre de 1996