Hace sólo un año, Sara Ferguson estaba en la ruina. Sus deudas superaban los 800 millones de pesetas y la familia real británica le había vuelto oficialmente la espalda. Todos menos su ex esposo, el príncipe Andrés, que la visita una vez por semana para ver también a sus hijas, Eugenia y Beatriz. Desde ayer las cosas son distintas. A base de anunciar zumos y cámaras fotográficas, promocionar regímenes de adelgazamiento, su autobiografía y relatos infantiles, ha devuelto la deuda al banco Coutts & Co., El mismo que lleva las cuentas a lo más granado del Reino Unido, incluida la propia reina Isabel II. Ahora piensa mudarse también de casa y alquilar una más pequeña con las niñas. Así podrá pagar los impuestos atrasados a Hacienda, que superan los 320 millones de pesetas. El esfuerzo de ganar tanto en un tiempo récord la ha dejado exhausta, pero la duquesa de York ya no puede parar. Su ritmo de vida, aunque más moderado, seguirá siendo muy costoso y espera firmar aún más contratos, entre ellos uno para dar conferencias en Estados Unidos. Según el dominical The Sunday Times, a algunos miembros de la familia real les disgusta su "frenética" forma de ganar dinero. Ella no lo niega, pero recuerda que prometió pagar sus deudas y ha cumplido su palabra. "Las críticas son lo de menos", repite estos días sin rubor alguno.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de febrero de 1997