El pasado día 4 de febrero viajé de Cádiz a Madrid en el Talgo de Renfe. Estando esperando la salida en la estación de Cádiz, tuve necesidad de utilizar los servicios de la misma, y cuál no sería mi sorpresa cuando me encontré con ellos cerrados; tras las oportunas averiguaciones, me enteré de que solamente previo pago de una moneda de 25 pesetas podías acceder a ellos.Considero inadmisible que unos servicios públicos, como son los aseos de Renfe, queden inutilizados para todos- los ciudadanos que usamos este transporte porque "hay indigentes que los utilizan" (contestación que me dieron), es decir, como "orinaba personal ajeno a los viajeros" quitamos el servicio a todos, o, como dice el refrán, "matamos dos pájaros de un tiro": acabamos con los mendigos y sacamos un dinero a los viajeros.
Ahondando más en el asunto, los hombres sí pueden hacer "aguas menores" mientras que a las mujeres se les niega esta necesidad. Si no se quiere dejar "mear a los indigentes" se me ocurren mil cosas antes de tomar esta medida injusta, arbitraria y unilateral (mayor vigilancia, limpieza más frecuente, llave al que lo solicite previa presentación del billete), antes de dejar de dar este servicio que, por otro lado, dudo sea legal, ya que es obligatorio en todos los establecimientos públicos (sean privados o no, bares, cines, comercios, etcétera).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de febrero de 1997