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CARTAS AL DIRECTOR

El apellido

. San Esteban de la Sierra, Salamanca.

Como mujer española he de reconocerme satisfecha ante el hecho de que las leyes de mi país no me hagan tener que adoptar él apellido del hombre al contraer matrimonio, pudiendo seguir llamándome de la misma forma durante toda mí vida; pero lo que ya no me parece tan bien, vamos, que nada bien ni lógico, es que, al nacer una criatura, el primer apellido que se le pone es el del padre, pudiéndose dar el caso de que éste no sea el verdadero autor genético del bebé, lo que supondría que el niño llevaría toda su vida un primer apellido falso.La maternidad de un ser vivo es siempre, indudable e incuestionablemente, atribuible a la hembra, y de hecho los hijos de madres solteras llevan los dos apellidos de la madre, lo cual algunas feministas radicales podrían considerar discriminatorio.

Pero a lo que iba. ¿Quién sino la mujer ha contribuido exclusivamente a la formación y desarrollo físico del feto, debiendo durante nueve meses cuidar su propia alimentación y su estado de salud más que nunca en beneficio del nuevo ser, teniendo o debiendo al menos privarse muchas veces de hábitos que podrían incidir negativamente en el desarrollo feliz de la criatura, como pudieran ser el tabaco o el alcohol?

¿Quién sino ella es la que sufre los atroces dolores del parto hasta poner a veces en peligro su propia vida? No soy ninguna feminista ultra; soy sencillamente una mujer que es madre y que opina que es el apellido de la madre el que debería figurar el primero en el nombre completo de sus hijos, porque, tal como viene ocurriendo, después de tantas fatigas, su apellido acaba perdiéndose tan sólo tras dos generaciones-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de mayo de 1997