Zaire, uno de los países, más ricos del continente africano, alberga en su seno a 46 millones de pobres gobernados en los últimos 36 años por un tirano que se ha hecho multimillonario a costa de su pueblo, con el beneplácito de Estados Unidos y Francia y el apoyo de las empresas que explotan un suelo rico en minerales estratégicos como son el cobalto, zinc o radio, además de otros minerales más preciados, como los diamantes industriales o el oro.Es la lectura fría y trágica de un país, y por extensión de un continente, que sufrirá de nuevo la sustitución violenta de un tirano por otro para que las potencias occidentales puedan seguir esquilmando el territorio a cambio de dotar al nuevo salvador de una productiva cuenta en Suiza y un poder absoluto sobre -la población. La sustitución, esta vez, se revestirá de la pantomima de unas elecciones, a fin de tranquilizar la mala conciencia de millones de estadounidenses y europeos que cada día se acuestan con las imágenes terribles del hambre y la explotación de una masa ingente de seres humanos que, por mor de la naturaleza, han carecido de la suerte de nacer en una sociedad occidental libre y democrática.Creo que es necesario, desde el seno de las sociedades occidentales, pero, sobre todo, desde la izquierda, trabajar, reflexionar y hallar una fórmula que permita derribar el sistema capitalista y generar una nueva sociedad más justa, solidaria y digna, que impida casos como el de Zaire. Alguien pensará que ya se intentó en el pasado con el comunismo y el anarquismo y que ambas opciones fracasaron dando al traste a una hipotética revolución del proletariado, pero pienso que la resignación es contraria al espíritu humano.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 16 de mayo de 1997