Como cualquier ama de casa con seis sentidos (el sexto es el sentido del humor; si no, de qué...), he pensado numerosas veces en el suicidio; sin embargo, siempre me salva escuchar blues leer chistes del Forges, ver al Buenafuente, las florecillas del bosque... con el polen machacándome la retina -no quiero deprimirme-, las florecillas silvestres, y punto.Pues bien, soy una base, y si me explican comprendo. La base no es la masa, la base quiere comprender.
La derecha nunca se pelea, sus apoyos les controlan: empresarios, religiones, bancas. Es igual que uno le diga al otro enano; a la hora de la verdad, no han oído nada y firman lo que sea; son prácticos, para ellos, claro.
¿La izquierda debe ser perfecta, utópica? Bueno, un poco, sí.
"Yo soy más rojo que tú", "la izquierda soy yo", "Lenin está conmigo". ¡¡Rayos!! Quiero saber por qué, viendo hacia dónde estamos volviendo, nuestros resabiados representantes de la izquierda se dispersan cada día más. La izquierda no es una religión; los seres humanos no somos, por naturaleza, solidarios; nos cuesta un montón, a pesar de que decimos ser de izquierda. Vamos, hombre, un poco de esfuerzo... Estoy atenta.
De momento, no me suicidaré, quiero ver hasta dónde llega la memez humana. Lloraré un ratito.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de julio de 1997