Cuando el callado VIadyslav, de 13 años, finalizó el miércoles su viaje desde Ucrania y aterrizó con que era demasiado querido. Dos hombres aguardaban con igual ansia su aparición en la terminal internacional para llevárselo a casa. Cada uno a pertenecía a una ONG distinta y guardaba en su poder documentos que acreditaban que el niño, afectado por la catástrofe nuclear de Chernóbil y que venía con otros 216 ucranios a pasar las vacaciones en España, era suyo. Uno trabajaba para la, asociación Miguel Vacas y había gestionado el viaje y visados del contigente. El otro de Ayuda a los Niños y vecino de Torrejón, decía que existía un poder que le otorgaba la tutela temporal del crío. Distribuidas así las fuerzas, VIadyslav se encontró con que la disputa había llegado hasta el inspector jefe de fronteras. Pero se lo tomó con tranquilidad. Mientras una y otra vez le preguntaban con quién quería quedarse, el chaval se limitó a sacar un papel. Un documento qué, firmado por el notario mayor de Ucrania, dio la clave al inspector: sus padres habían optado por enviarle a España con la asociación Miguel Vacas, pero querían que durante su estancia disfrutase de los aires de Torrejón. Y así, el crío se quedó en casa de la familia madrileña. "Esto de España me gusta", decía ayer el zagal.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de julio de 1997