Cuarenta y ocho horas. Han sido los dos días más angustiosos de nuestras vidas en el plano social y colectivo. Que una banda de bastardos pueda tener en jaque al país es algo que me hace pensar demasiado y me repugna. Lo único que han conseguido es destrozar una familia y una vida, pero no ha sido en balde.Ayer todos teníamos algo en común. No era nuestra pasión futbolística. Es algo superior (aunque a algunos nos costase creerlo hace unos meses). Es el amor por la vida y la libertad. Es lo que han conseguido tocamos la fibra y desafiar a los autores materiales de la barbarie, y a los copartícipes necesarios a un conflicto que tenemos, los demócratas, ganado de antemano. El terror ha acabado. Ya somos libres. Ya no -tenemos miedo.-
MÁS INFORMACIÓN
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de julio de 1997